1.9.06













Marco

Cuando Marco pasa, los jóvenes todos
contemplan sus ojos, Sodomas ardientes,
donde ascuas de amor sin compasión queman,
tu cascarón pobre, oh amistad ferviente;
a su alrededor danzan los perfumes
místicos que al alma anegan en lágrimas;
y su veste deja misteriosas músicas
cuando Marco pasa.

Cuando Marco canta, evocan sus manos
en el marfil todo el encanto perdido
de los viejos aires de la antigüedad.
Y su voz se eleva hacia paraísos
de la sinfonía inmensa de sueños.
Y en vivo entuciasmo entonces levanta
a quienes le escuchan su voz armoniosa
cuando Marco canta.

Cuando Marco llora, su terrible llanto
desafía el brillo de las bellas armas.
Sus labios de sangres suben en carmín.
Su desesperanza ya no es cosa humana;
igual que la hoguera que aviva el aceite
se encrespa de súbito su terrible cólera,
y es una leona en la áspera selva
cuando Marco llora.

Cuando Marco danza, sus vestidos muévense
en un ritmo igual como una marea,
y, como un bambú flexible, su flanco
al cimbrearse, hace que el pecho se vea.
Su pierna de mármol igual que un relámpago
con énfasis cínico y atrevido alza,
haciendo el rumor del viento en los árboles
cuando Marco danza.

Cuando Marco duerme, ¿ qué perfume de ámbar
y carne mezclado se esparce en la alcoba?
Bajo de las sábanas su línea exquisita
ondula al amparo de las finas blondas.
Asciende su aliento, rítmico y ligero,
un sueño dichoso y tranquilo prende
en sus bellos ojos de dulce misterio
cuando Marco duerme.

Cuando Marco ama, olas de lujuria
se desvordan como de una herida hirviente
que da roja sangre que abraza y humea
de aquel cruel cuerpo que el crimen absuelve.
El torrente rompe del alma los diques,
se alza el pensamiento, y, como una tea,
todo lo devora cuanto al paso encuentra,
y luego se hiela.

Paul Verlaine

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