16.1.07















El hombro izquierdo de Alejandro

Todo se inició en el hombro izquierdo de Alejandro con una frase escrita por él mismo: "Carlos, ¿ por qué me ebandonaste?"
El cuerpo tendido y taciturno se encontró en uno de esos hoteles que parecen existir sólo de noche.
El hombro de Alejandro estaba manchado de pringas de sangre. La boca y la cara destrozadas. Todos sabían que se había suicidado.
Yo presencié la terrible escena al acompañar a un familiar de Alejandro al hotel. Había periodistas por todas partes. Alejandro tenía dinero.
La frase estaba ahí, tatuada por él mismo. Todos la deciframos al mismo tiempo: homosexualidad.
Lo indecifrable para mí era el estilo del mensaje. ¿ Cómo un hombre que sabe que va a morir en unos minutos se atreve a escribirse en el hombro izquierdo un anhelo y un avismo a la vez?
Además, tambien estaba ahí la grabadora: Alejandro la llevó para posesionerse en la nostalgia. Adentro de la grabadora estaba el caset que Carlos le había grabado. Un caset desnudo. Tanta música adentro de una cinta era metáfora de lo que Carlos y Alejandro hablaban cuando se hiban algún jueves por la mañana a Chapultepec, donde buscaban alguna sombra para poder tocarse siquiera las manos.
Carlos deslizaba su mano arrítmica, velluda e incitante por la pierna izquierda de Alejandro hasta que, al sentirle un güevo acorazado por el pantalón, retiraba la mano para aumentar el deseo, utilizando el tiempo como un terrible y macerante animal que detuviera el goce.
Parece que Carlos disfrutaba de la red que le tendía a Alejandro, lo exitaba y le chupaba los pezones hasta clamar la penetración.
Por eso el letrero en el hombro: " Carlos, ¿ por qué me abandonaste?, escrito sobre la piel con una pluma atómica. De seguro Carlos llora por esa metáfora. Ayer lo vi, no me atreví a comentarle: "Alejandro se inscribió el epitafio con una atómica". Aunque por momentos tuve deseos. Habían pasado tres días de la inhumación de Alejandro y Carlos había llorado mucho, ya para el tercer día surgieron ciertas bromas e impulsos de vida como burbujas en el agua.
Pobre Carlos, pobre Alejandro, pobre de mí.
Algún día habíamos hablado de quién moriría primero. Siento duelo y a la vez una sensación de triunfo que me obliga a sentir culpa. Buscar las razones de las interrogaciones del hombro de alejandro. Decir que todos fueron lugares comunes: el hotel de paso, el tiro en la cabeza, la homosexualidad de un rico.
Es difícil hablar de una historia cuando se ha comenzado por el final. "Alejandro se suicidó". Pero, ahora que es el cuarto día de duelo, no quiero merecer la culpa. Podría haber comenzado con ellos y dejar para el final: se suicidó. Pero me molestan las noticias con morbosidad.
Así se lo comuniqué a Carlos por teléfono:
- Bueno, Carlos, quiero verte.
Nos vimos en un parque.
- ¿ Sabes?, Alejandro se suicidó y te dejó una nota en el hombro;- le dije sin más preambulo. Quiza fui muy brusco, pero me parecía más morboso ir diciéndolo con calma. Ahora lo platico como una historia sin final sorpresivo,
una magia ya vista o una tumba ya visitada.
Cuando fuimos a un rancho de Valle de Bravo yo iba con una amiga. Encontramos un agujero en un pasillo donde se podía mirar la cama de Alejandro y Carlos. Ese agujero tambien era un lugar común, pero estaba ahí para darnos cuenta que en la más brusca de las exitaciones, y los dos con las vergas bien paradas, como si fuesen mástiles abrazados en el mar, se confundían hasta que Carlos le pidío por primera vez a Alejandro que se la metiera. Alejandro sabía que Carlos era virgen.
Hasta mi amiga y yo nos pusimos contentos y nos empujábamos para espiar por el agujero. De pronto Carlos gritó, mi amiga era la que espiaba en ese momento y a mí no me dieron ganas de empujarla para hacerlo. Me conformé con el grito de Carlos, un alarido sexual, un chillido de expiación, bruscos y marineros, navegándose entre el vello del pecho de los dos, amarrados, unidos, con las vergas y las redes. Perdiéndose uno en el otro hasta que la cuerda se restiró demasiado uno murió ahogado.
Cuando pase el duelo le comentaré a Carlos que "el pez por la boca muere". Quiza no le haga daño a Alejandro, pero sí a Carlos. Carlos, ¿ por qué lo abandonaste?




Fernando Nachón

3 comentarios:

Abigail y Carloca dijo...

Te clavaste con la foto, marrano. Te vamos a expulsar, vas a vers.

babybjork dijo...

Ese cuento es muy lindo

migueloi! dijo...

por favor que alguien me pase los poemas de Fernando que vienen en el libro de "el diaro de un pendejo".........o por lo menos el que reza mas o menos asi...."te queria escribir poemas que hablaran de....pero para que si eres una pinche puta".....algo asi mas omeno.....la veradad no se como se llama por que tiene un reputero que lo pude leer,y no puedo conseguir el libro......por favor si alguien puede ayudar se los agradeceria.....zaz....chido